No es lo mismo vivir solo que en pareja, con compañeros de piso o con tres hijos adolescentes, y claro, eso afecta a nuestras costumbres. Ser madre de dos adolescentes, y ocuparse sola de ellos cuando están en casa, te enseña muchas cosas, te hace aborrecer otras y te mantiene gran parte del día al borde de un ataque de histeria, o de risa, según se pongan de folclóricas las hormonas.